Para seducirte esta noche,
/en que tu cuerpo lo
pide a gritos/
dejo caer mis ataduras
que escandalosamente
/ frente
a ti/
se tornan vanas
como iglesias sin fieles.
En la quietud nos dejamos vencer
por la liviana osadía del instante
y a este amor terrestre
/volátil y florecido/
lo sobrevuelan mariposas.
Entre las sabanas nos reconocemos
en la armoniosa obscenidad
de nuestros lenguajes,
en un despertar de bocas,
en un ir y venir oscilante,
bebiéndonos las sombras
de las esquinas y cicatrices,
hasta quedar allí, tendidos
contemplando el éxtasis de las
amapolas
en la deslumbrante partitura del
cielo.