Vienes a mí,
sin que te busque
con tus calmas y
silencios
que huelen a tierra mojada.
Con tus tempestades bravías
a despertar mis humedades.
Vienes y me sonrojo
/aleteo de gaviotas/
como la primera vez,
/eternidad de cielo
suspendido entre las bocas/.
Abres el juego de caricias.
Cautivos de lo prohibido
nos envuelve el aroma
a sal de los cuerpos.
El aire es un mágico perfume
de besos
deslizándose en las
cicatrices
entretejiendo el
dulce y eterno
baile de las almas.