Debo reconocer
que me he acostumbrado
en los instantes de insanía
a enumerar hasta
tus huesos
/de norte a sur /.
A tentar la vocación de la carne
en el adverbio de tu mirada
/ de este a oeste/,
/de boca en boca/,
Y a delinear entre
lenguas
mis paisajes imaginados.
En las pupilas de
tu cielo
puedo ser
todas las mujeres que me habitan,
/la sanación y el infierno/,
/el olor de la
dulzura/
Y entregarme
al copular del
suspiro
sobre tu frente.